Las canciones serán la trinchera de nuestros días

Crónica de una vuelta a los recitales en la Ciudad de Buenos Aires por Laila Mason.

Las luces bajan, sobre las visuales proyectadas en la pantalla detrás del escenario comienzan a posarse siluetas que nos anuncian que en cuestión de segundos el ruido del ambiente pasará de ser un murmullo agudo al sonido que tanto esperamos escuchar: el de la música en vivo. Ese sonido que en algún momento pareció tan lejano, tan lejano como la posibilidad de poder volver a vivir algo que nos parecía tan cotidiano como poder salir con unx amigx a ver un show, de repente está ahí, es real, e inunda los espacios del lugar.
Lo que hace un año o incluso mucho menos parecía imposible ahí está. La cultura independiente este sábado a la noche volvió a colgar el cartel de “agotado”.

Claro que algunas cosas son distintas. El amontonamiento entre extrañxs ahora son en realidad unas cuantas mesas que invitan desde la compra de entradas anticipadas en conjunto a pensarse entre amigxs, amores, compañeres. Tal vez eso de que de ésta íbamos a salir mejores llegó en forma de ayudamemoria sobre lo difícil que es ser feliz en soledad. Y de ese modo, la cultura es más hermosa cuando la podemos vivir y compartir con quienes queremos.

La música sube, las voces de quienes están arriba del escenario logran sin pedirlo silenciar las de quienes están abajo y de repente todo vuelve a tener un poquito de sabor a algunos tiempos que aunque recientes, parecen lejanos. No hay barbijos que logren ocultar que debajo de ellos, en un rincón del Abasto, somos muchxs cantando con alegría las canciones de un disco que curiosamente salió en medio de la pandemia.

El show dura un poco más de una hora. Alternan entre sets solistas, canciones a dúo, con banda, e invitadxs especiales. Desde abajo del escenario, en las mesas con distancia social, incluso algunx que otrx arroja algún chiste que se convierte en un ida y vuelta con los protagonistas de la noche. Me pregunto cuánto más ésto será así, cuándo volveremos a poder vernos las caras entre extrañxs más que durante el ratito que dura el sorbo de birra. Me pregunto también si realmente necesitamos que eso pase, si es mucho más distinto al ahora. No sé responderlo, sólo me quedo con la sensación de que esto ya lo viví. No como un deja vu sino como la idea de que todo siempre vuelve y se acomoda. Así, la cultura cobra vida, renace, resiste y se transforma y nos ayuda incluso en tiempos difíciles a construir trincheras y la vida que queremos.