Por Mere Echague
Otra vez suena el despertador como todos los días, a primera hora de la mañana.
No, no es el reloj alarma que anuncia un nuevo día. Son los martillazos, los taladros neumáticos y los camiones de concreto que despiertan a les vecines de la ciudad día tras día. Y no, no anuncian un nuevo día. Anuncian la posibilidad de que esos martillazos estén provocando boquetes, derrumbes y problemas estructurales para las viviendas linderas a cualquiera de los cientos de edificios en permanente construcción.
Les vecines del barrio Villa Santa Rita (comuna 11) de la ciudad viven el día día relojeando los techos y paredes medianeras de sus casas por si algo se viene abajo.
En una de las cuadras del barrio (como en tantas otras de CABA), en el año 2018 y en pleno gobierno macrista -¿casualidad?-, empieza la construcción del tercer edificio. Sí, el tercero de la cuadra en los últimos años. Esta construcción en particular pertenece a Concepto Urbano o Siete Setenta, una empresa pseudo fantasma que tiene redes sociales y página web pero que en ningún momento y de ninguna manera aporta un número de teléfono para comunicar problemas, quejas o demandas. Tampoco aporta datos de sus dueñes, a pesar de la insistencia. Una empresa que cotiza sus departamentos de paredes de cartón en dólares y que propone, según su descripción en las redes, “apropiarse de la ciudad” con una una propuesta habitacional nueva -o renovada- , moderna y a precios exorbitantes. Así lo expresan en su página web:
“Nos apropiamos de la ciudad y dejamos que ella viva en nosotros.
Hacemos unidades funcionales y lujosas, no ostentosas.
Hacemos espacios, y por sobre todas las cosas somos buscadores de experiencias, de momentos, de risas y cantos.”
Esta obra eterna se encuentra entre un taller mecánico y una vivienda histórica sobre la calle Terrada. Comenzó en el año 2018 y -pandemia de por medio- sigue trabajando en lo que parece una eterna construcción. Cuando la pesadilla comenzó, nuestras casas comenzaron a temblar todos los días, lo cual fue generando con el paso del tiempo deterioros estructurales en las viviendas linderas. Boquetes que traspasaron paredes hasta generar derrumbes dentro de las casas, desde donde se podía ver el otro lado; grietas en los techos, derrumbes de cielorrazos y revoques, poniendo en peligro la vida y la seguridad de habitantes y transeúntes. Los carteles habilitantes al frente de la construcción brindados por el Gobierno de la Ciudad rezan una habilitación para realizar este tipo de obras pero la realidad está muy lejos de esto.
Los trabajadores de la obra, en general, no tienen a su disponibilidad cascos protectores, ni barbijos o tapabocas, ni un sector apropiado para el aislamiento por sospecha de covid 19 (solo tienen un espacio improvisado que de protección no tiene nada). La persona que se presenta como responsable de esta obra es un arquitecto que en ningún momento en todos estos años quiso brindar ni su nombre y apellido ni otra información sobre la empresa para la que trabaja, ni un contacto, ni documentación, a pesar del pedido constante de les vecines para poder realizar las denuncias correspondientes.
Una de esas vecinas, quien alquila la casa lindera totalmente destrozada -y ni siquiera refaccionada por parte de la empresa- lleva años intentando denunciar. La Defensoría del Pueblo, el Gobierno de la Ciudad y las fiscalías a las que reclamaron tanto ella como les propietaries, por soluciones, no dan respuesta alguna. Entonces, para une inquiline de la ciudad no existe salida, ni alternativa, ni solución. Se realizaron denuncias y mediaciones para poder aunque sea paliar la situación, pero nada tuvo cauce. En la instancia mediatoria con el GCBA, se acordó entre las partes -el propietario de la vivienda y la empresa fantasma- brindar una solución edilicia a les vecines. Se firmaron acuerdos y hubo un compromiso de ambas partes pero todo resultó en nada. Las paredes y techos se siguen cayendo, el interior de las casas tiene humedad permanente, hongos y polvillo, lo cual para les habitantes trae consigo además de cuestiones de seguridad, problemas de salud imposibles de afrontar con la también precaria situación de la salud pública en la ciudad. Ni hablar de que no se respetan los horarios de trabajo y entonces la orquesta de ruido insostenible y de temblor es permanente y en horarios insospechados. Las terrazas son inhabitables pues, también en días y horarios impensados, llueven escombros de hasta 20 kilos, concreto, maderas, tablones, clavos y tornillos de todo tipo. No hace falta explicar los peligros a los que están expuestas las personas que allí viven.
Durante los primeros meses de ASPO, la obra se detuvo. Quedó abandonada a la suerte de roedores, yuyos, agua estancada, mosquitos y otros insectos que, por supuesto, invadieron las casas aledañas. A pesar de las denuncias de la comunidad, ni el GCBA ni la misma empresa -como de costumbre- proveyeron de soluciones aunque sea paliativas. Cuando la obra retomó, a fines de 2020, la pesadilla continuó.
Algunes de les vecines optaron por desembolsar cifras de cuatro ceros o más para solucionar por su cuenta algunos de estos problemas, con el compromiso por parte del arquitecto responsable de la obra de reintegro. Además de verse obligades a seguir pagando un alquiler, muchas veces incluso han sufrido amenazas y malos tratos por parte de esta persona y esto, sumado a los problemas de salud física mencionados anteriormente, se sumaron problemas de salud mental, pues el gaslighting, la violencia pasivo agresiva y la falta de compromiso disfrazados de promesas provocan frustración extrema, depresión, problemas para dormir y el permanente pensamiento de que en cualquier momento la casa en la que viven se venga abajo.
Hace poco más de un mes, mientras se demolía una casa para convertirla en el futuro cuarto edificio de la cuadra, dos obreros que estaban tirando abajo un muro que no deberían demoler (la pared de la casa de otra vecina), sufrieron un accidente que casi los mata. Llegaron los medios, las ambulancias, la policía, y les vecines aprovechamos para salir a contar los demás problemas que venimos padeciendo a causa de estos negociados inmobiliarios. Nadie recibió una sola respuesta. Las denuncias están hechas, hay registro fotográfico de todo ello, pero para las empresas claramente entongadas con el negociado inmobiliario que tanto le gusta a Horacio Rodriguez Larreta, principal responsable de esto, no es suficiente. Mejor dicho, no es una salida. La salida es violentar a les vecines, ignorar sus pedidos y que la cosa siga como si acá no hubiera pasado nada.
Esta es la ciudad que quiere Larreta.
Una ciudad gobernada por las empresas privadas, los negociados entre amigos y la imposibilidad de la sociedad de acceder a sus derechos básicos como una vivienda digna y seguridad. Ni el GCBA ni estas empresas realizan las tareas que les corresponde, como por ejemplo la medición de impacto de estas construcciones ni los riesgos de derrumbe. Sacan árboles de las veredas porque molestan, tiran abajo las casas linderas para, asumo, que se conviertan en inhabitables y poder en un futuro comprarlas y convertirlas también en edificios de cartón. Las viviendas históricas que van quedando en los barrios de la ciudad son desprestigiadas y convertidas en un juego eterno de compraventa de terrenos para llenar los bolsillos de una minoría empresaria y privatizadora. Mientras, les que queremos reclamar por nuestros derechos no encontramos salida alguna y terminamos optando por irnos de la ciudad en busca de una vida un poco más digna y accesible.
Esta es la ciudad que quiere el PRO, una ciudad expulsiva. Una ciudad invivible. Una ciudad para pocos.