Hoy se cumplen 9 años del fallecimiento de Claudia Pía Baudracco, activista y militante de Derechos Humanos, embajadora de la Ley de Identidad de Género en Argentina.
Claudia Pía tenía 41 años, y había nacido en Córdoba, pero había vivido con su familia en la infancia en Venado Tuerto y en la adolescencia en Balvanera. La ciudad con todo su esplendor y crudeza, transformó a esa pequeña en una mujer que comenzó a transitar la hostilidad y la vulneración de derechos característica, que atravesaba la población trans en nuestro país para esos años.
Para 1989, con tan solo 19 años de edad, Claudia recibió su diagnóstico de VIH positivo. Creyendo que se moriría en pocos meses, decidió irse del país y arañar sus sueños corriendo tras ellos en Europa. Después de algunos años de recorrer países, de conocer tratamientos de control para el VIH, y de experimentar buenas prácticas institucionales para con la población trans, decide volver a nuestro país, para nunca más exiliarse.
Vuelve y pide reunirse con varias compañeras que conocía, y les propone construir los derechos que no tenían, les propone perseguir una igualdad añorada y en ese entonces, una utopía. Algunas, poco convencidas de las posibilidades de permear en un estado que solo las perseguía y criminalizaba, la tomaban como una loca. Pero la estrategia comenzó a funcionar.
Muchas compañeras detenidas por el solo hecho de ser quienes eran, veían como cada vez más travestis, transexuales y transgeneros se acercaban a las comisarias cada vez que alguna de ellas era detenida. Entre esas manifestaciones, un policía una vez le responde a Claudia:
– Pero qué tanto discuten ustedes, ¿son de la asociación de travestis argentinos?
Y ese fue el comienzo de una historia de lucha, de organización y de derechos. Ese chiste, se transformó en 1993 en la Asociación de Travestis Argentinas, la que luego con la inclusión de las identidades transexuales y transgéneros, paso a ser ATTTA (con tres T) Red Nacional, que incluyó 18 provincias en representación.
Desde este espacio, Claudia supo construir junto a feminidades y masculinidades trans, las herramientas para la derogación de los diferentes códigos contravencionales de las provincias que criminalizaban el trasvestismo y la homosexualidad, y que imponían días de detenciones por cuestiones de identidad de género u orientación sexual.
Claudia, no solo fue una militante por los derechos de las personas trans, era una militante por el acceso a la salud de las personas viviendo con VIH y de la legalización de la marihuana para todos sus usos. Una eterna militante de la separación de la Iglesia y el Estado y una figura política transcendental en las discusiones progresistas que involucran los derechos individuales pero también las reivindicaciones ancestrales de los pueblos originarios.
Claudia Pía, atravesó en su adultez, una causa por supuesto narcotráfico, que la llevó a estar detenida en los penales de Devoto y Ezeiza. Allí, terminó su secundario y comenzó a formarse políticamente, construyó organización junto a las demás compañeras presas y así dio lugar al primer pabellón de personas trans dentro del sistema penitenciario. De la causa fue sobreseída por falta de mérito.
El recorrido de su vida, junto a sus amigas y juntos a la militancia, derivó en la creación de propuestas legislativas, de políticas públicas en el ejecutivo y de amparos judiciales que fueron haciendo mella en la jurisprudencia, y allanaron el camino para la sanción definitiva de la Ley de Identidad de Género en la Argentina el 9 de mayo de 2012. 52 días después de su fallecimiento.
Fue parte de la línea fundadora de la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans y la Mesa Nacional por la Igualdad. Y sus memorias dieron inicio al Archivo de la Memoria Trans.
Claudia Pía Baudracco marcó el camino para muchas personas trans, corrió el margen de las posibilidades en una época de mucha hostilidad y abandono estatal y supo construir redes de militancia, pero también de afectos, de risas y de cariños.
La lucha por el acceso a la identidad, por el acceso a la salud integral y por el pleno reconocimiento de los derechos de las personas trans, marcaron la vida de Claudia. Su partida de este mundo físico, marcaron el rumbo de las políticas de inclusión para quienes quedaron levantando sus banderas y para quienes sintieron que la lucha de un colectivo social, se convirtió en un logro del conjunto de la ciudadanía. Un país más justo, para todxs.
Nunca queda un día sin recordarla, nunca queda un 18 de marzo sin pensar en su voz y su sonrisa, en sus chistes y como estaría planificando, juntos a muchas pibas más, correr la vara de los derechos un poco. Jamás se conformaba, jamás claudicaba, todo era proyección, todo ella, era futuro. Es futuro.