Quinta recomendación literaria a cargo de Matías Cukierman para el portal de Fm Boedo: “Eramos unos niños”, de Patti Smith.
Si me preguntan a mí, la amistad entre dos personas no termina un día equis cuando alguna de las dos muere. Más bien se resignifica. Esta historia, la de dos niños que se encuentran porque tenían que encontrarse es una historia de un tipo de amor mucho más profundo que el mero vínculo entre dos amantes, entre dos artistas en estado de creatividad constante y de mutua admiración. Se trata de un ejercicio del arte de amar activo (en términos de Fromm), ¿fraternal? La crónica le da inicio en 1967 y le pone fin en 1989, cuando Robert Mapplethorpe muere. Pero si Patti Smith escribe esta, su historia, en 2010, en verdad es factible decirlo: ese pacto de amor y amistad entre ellos permanece intacto incluso hoy.
En julio de 1967 era verano en Nueva York. “Fue el verano en que murió Coltrane. El verano de ‘Crystal Ship’. Los hippies alzaron sus brazos vacíos y China hizo detonar la bomba de hidrógeno. Jimi Hendrix prendió fuego a su guitarra en Monterrey. (…) Y en aquel clima cambiante e inhóspito, un encuentro casual cambió el curso de mi vida. Fue el verano en que conocí a Robert Mapplethorpe.”
En mi camino personal (y apuesto que más de unx transcurrió un camino similar) leí Woolgathering o Tejiendo sueños (1992) en su versión al castellano, escuché toda su discografía varias veces; me enamoré de Patti Smith como poeta de la letra, como artista de la vida, que es cuando uno es verdaderamente un artista*. Todo eso ocurrió tras leer Just Kids, libro que cuenta cómo transcurren esos años de crecimiento, de búsqueda personal de dos artistas que se encuentran y comparten todo eso. El hotel Chelsea, Jimi Hendrix, Janis Joplin. El Max´s, la Factoría, Andy Warhol. Allen Ginsberg. La aparición de las bandas de música que marcaron la escena de finales del siglo xx. El HIV que empezaba a hacer estragos…
Con una sensibilidad única y sin recurrir a los golpes bajos, la madrina del punk traza la historia de una ciudad y su movimiento cultural y cómo estos amigos/amantes/compañeros inseparables transcurren sus propias experiencias en el seno de este movimiento. Es un texto de carácter histórico para los melómanos pero también una carta de amor al aire, una exaltación de la amistad y del verdadero amor entre dos personas, más allá del contacto físico, del eros.
“¿Por qué no puedo escribir algo que resucite a los muertos? Ese es mi afán más hondo.” Smith logra tocar las fibras sensibles de cualquier lector y, se diría, es imposible no lagrimear con las líneas finales; líneas obvias, pues ya sabemos la historia, pero trabajadas con aplomo; líneas que arrastran consigo el perfume de un tiempo quedo en el que Patti parece flotar y transcurrir para seguir siendo aquello que, inevitablemente, alguna vez dejamos de ser: solo chicos.
*la frase pertence en verdad a Javier Martínez, creador de Manal, y se refiere a Charly García pero es un concepto muy interesante que me permito extrapolar para definir a Patti y a Robert también: “Charly es un tipo admirable: una de las cosas que yo más le admiro es cómo supera sus crisis, y lo creativo que es para llevar su vida adelante. Por eso creo que es un artista de raza: yo descreo de los artistas que sólo hacen, valga la redundancia, una manipulación de la expresión artística que dominan. Un artista es uno, cuando es un artista en su vida.” No digas nada, S. Marchi, 1997.